• Esta civilización globalizada, por ahora, responde al paradigma positivista-capitalista-biologista-conductista. Positivista, una continuación de la filosofía del siglo XIX según la cual finalmente se confunde ciencia con método científico al grito de si no lo veo no lo creo, persiguiendo datos crudos que deberán ser necesariamente materiales, mensurables. Capitalista en su última máxima versión, el ultracapitalismo, que reclama beneficios a ultranza sin importar los efectos colaterales causados a la naturaleza, incluidos los humanos, apoyándose necesariamente en la política ultraconservadora, neoliberal o, últimamente, libertaria / neorreaccionaria, o bien en su ficción a izquierda, el populismo. Biologista, porque tacha de un plumazo a las demás dimensiones humanas: Si algo sucede en el humano, entonces sería biológico, sin considerar que también somos emociones y pensamientos y alma. Y conductista, porque los intereses de los poderosos en dinero producen técnicas para controlar, y actualmente más que nunca dirigir, las conductas humanas, con técnicas tanto propagandísticas como publicitarias como psicológicas, usando para ello sometimientos variados, desde producción directa de miedo hasta la seducción de la inteligencia artificial.
  • El paradigma subsiste pese a que ha llevado a la humanidad a inmensos fracasos, verdaderos crímenes planetarios: El crimen ecológico, por destruir la naturaleza; el crimen distributivo, por incrementar hasta lo insoportable la inequidad en la distribución de bienes –materiales y no materiales; el crimen analógico, por incrementar hasta lo insoportable la digitalización, patologizante de los ritmos humanos, que fácilmente podría escapar al control humano; y el crimen atómico, por la creación, distribución y perpetuación de armas y centrales que fácilmente podrían escapar al control humano.
  • El fin de la Modernidad y el ingreso en la Digitalidad, lamentablemente, no se acompañó de un cambio de paradigma a otro más propio de lo humano: un paradigma holístico-ecológico-sistémico-psicodinámico.

 

  • La pandemia adjudicada al virus SarsCov2 y la enfermedad que produce, la Covid-19, constituye un paroxismo de este paradigma vigente, ya que utiliza en su máxima expresión todos sus ingredientes. El aislamiento de los humanos en sus casas, el distanciamiento mal llamado social y el uso de mascarillas se dirigen todos a que no haya (tantos) contactos entre humanos. Establece en las comunidades una modalidad de interacción de temerosa a miedosa a aterrorizada, con lo que invade, como efecto colateral, emociones y pensamientos y almas.
  • Al parecer, hasta un 80% de los contagiados cursa este contagio de SarsCov2 sin Covid-19, es decir, sin enfermedad. Para imponer el aislamiento hubo que fingir que se desconoce el natural sistema inmune humano, que sucumbe a la virulencia sólo cuando está previamente debilitado con patologías preexistentes, biológicas o psíquicas o la carga viral es muy elevada.
  • Quedará para los historiadores del futuro saber si los confinadores han querido producir una desemocionalización a escala planetaria como paso hacia una digitalización humana, una robotización, que nos acerque al mayor rendimiento, al cumplimiento eficiente. Pero el ser humano no puede perder sus emociones: es imposible porque es humano. La interrupción de sus ritmos naturales debida al confinamiento universal, con la consecuente insatisfacción de sus necesidades primordiales, ha conducido en todo el planeta a una elevación de la ansiedad en cada individuo y en los grupos humanos, una puerta abierta a la mayor producción de inseguridad, incertidumbre y sobre todo miedohostilidad, dos caras de la misma insatisfacción: miedo que se ha transformado en una enfermedad en sí, una miedosis, y violencia a veces contenida y otras no –la verdadera pandemia. Se han elevado los índices de ansiedad y angustia, con sus correlatos de tristeza, impotencia, decepción, depresión, trastornos psicosomáticos, suicidio.

 

  • El aislamiento por confinamiento se ha aplicado también a los niños en su interacción central con el mundo humano: la escuela. Se ha prohibido a los niños, sin causa demostrable alguna, que concurran a las escuelas, jueguen, rían, se toquen y abracen. Se les ha impuesto mascarilla. Se los ha sometido a verse por pantalla.
  • Ha habido un enorme desprecio de la niñez humana, avasallando conocimientos sobre el desarrollo humano, biológico y psíquico, que llevan cien años, y de la educación, que se confundió otra vez más con enseñanza. La escuela es una institución educativa, promotora del desarrollo humano, y no un informadero. No es reemplazable por pantallas.
  • Este paroxismo ha conducido a dos nuevos crímenes antihumanos: contra la salud, porque la dedicación a este cuadro ha combatido la buena medicina en general, y contra la educación, porque se ha dado un golpe al enriquecimiento del desarrollo, a saber contra las normales experiencias –en todas las dimensiones: experiencias moleculares, biológicas, emocionales, cognitivas, espirituales.
  • Decenas de pruebas científicas y comprobaciones de campo sustentan la hipótesis de que este virus no ataca a los niños y, específicamente, que la concurrencia a la escuela no empeora las estadísticas de patología a escala planetaria.
  • Unesco ha resumido la problemática generada por el cierre de escuelas: • Aislamiento social, ya que las escuelas son centros de actividad social e interacción humana y el contacto social es esencial para el aprendizaje y el desarrollo • Interrupción de los aprendizajes • Problemas nutricionales en casa y en aquellos que dependen de las comidas escolares • Confusión en los docentes, que no están preparados para esta situación de enseñanza platafórmica • Padres sobrepasados por la educación a distancia y en casa • Problemas en el cuidado de los niños, que padecerán más aburrimiento, desorientación acerca de qué se espera de ellos, bullying, abuso de comidas y sustancias, desinterés por lo escolar, deserción • Mayor exposición de los niños a la violencia, por ejemplo intrafamiliar • Costos económicos familiares elevados por pérdida de salarios de los padres, incluidos los padres que son docentes y trabajadores de la salud • Mayor precariedad de las evaluaciones.
  • En Argentina se llegó al colmo de ausentar a toda la población escolar (niños, adolescentes y universitarios) durante un año lectivo completo. Los intentos de reemplazar las enseñanzas a través de plataformas han sido, en el mejor de los casos, muy pobres. Los docentes no fueron preparados para esta didáctica. La educación ha sido dejada en manos de una familia a su vez sin preparación, un home-schooling salvaje. La televisión y las redes han sido mal o nada empleadas para enviar mensajes educativos a las familias. Se envía a los alumnos a sus escuelas a fin de curso, prácticamente para que se saluden hasta el año que viene, con distanciamiento corporal y mascarilla, reforzando el mensaje atemorizante original.
  • Es natural preguntarse qué acciones educativas y qué didácticas se han querido imponer y por qué, y quiénes han pergeñado esta modalidad y en base a qué teoría pedagógica, si alguna.
  • El futuro no estará exento de dificultades provocadas: Niños y adolescentes que renegarán de volver a su escuela. Que preferirán no salir de sus casas. Que preferirán los jueguitos de computadora a las interacciones sociales, incluidas las caseras. Que habrán perdido el entusiasmo por aprender organizadamente y la comprensión del sentido de aprender e interactuar con pares y adultos.
  • La humanidad deberá preguntarse cómo implementar un paradigma holístico-ecológico-sistémico-psicodinámico, respetuoso de la dignidad de la naturaleza toda y dentro de ella, de los seres humanos, respetuoso de todas sus dimensiones, dando igual valor a lo biológico, lo inmaterial y lo esencial, con comprensión de las consecuencias de nuestros actos en quienes nos rodean y de la importancia de nuestras historias ancestrales y personales en el contexto en que nos toca vivir.
  • La humanidad deberá prestar atención a la satisfacción de nuestras necesidades primordiales y las de nuestros hijos, único camino para retomar los propios ritmos, reducir la ansiedad y reinstaurar la alegría de vivir.