La práctica clínica de la especialidad médica denominada psiquiatría infanto-juvenil debe basarse siempre en un abordaje integrador, comprensivo y contenedor, abarcativo de las diferentes dimensiones del ser humano (biológica, emocional, intelectual, familiar, escolar, socio-cultural, moral, espiritual, etc.), y respetuoso de la dignidad y los valores de cada persona y de la diversidad humana.

Por otra parte, debe fundamentarse en la lectura de cada uno y todos los síntomas con criterios médicos y no médicos, una lectura que es complementaria y nunca excluyente. La lista de motivos de consulta es extensísima: sólo como ejemplo, desde fobias, agresividad o asma hasta hiperactividad, enuresis, dislalias o trastornos del sueño. 

A tal fin se establecen programas preventivos, estudios diagnósticos, planes terapéuticos y controles evolutivos. Una de las tareas consiste en la realización de psicoterapias de base psicodinámica con técnicas provenientes de todo el espectro teórico, en niños, jóvenes y familias. En ocasiones, la severidad del cuadro exige, sobre todo en edades muy tempranas, una terapia de contención (Wernicke 1987) ambulatoria, cuando los trastornos vinculares son graves. Ciertos casos requieren atención psicofarmacológica especializada o dietas, en cuidadoso equilibrio con los demás abordajes terapéuticos. Los padres deben recibir orientación psicoeducativa, a veces profusa, para la modificación del ambiente, aun cuando el tratamiento se dirija a niños pequeños (atención / estimulación temprana). También la prevención directa es una tarea de la psiquiatría infanto-juvenil; así, futuros padres podrán necesitar psicoprofilaxis de embarazo y parto, o el niño, psicoprofilaxis quirúrgica u odontológica, cuando existen o se prevén complicaciones y/o dificultades o cuando la personalidad de los afectados así lo sugiere. 

La psiquiatría clínica infanto-juvenil debe incluir aspectos biopatológicos, psicopatológicos, psicosomáticos y sociopáticos, en constante consideración de la interacción entre el sujeto y su contexto. La problemática a la que se dirige comprende los trastornos de conducta, de aprendizaje, emocionales, mentales, del lenguaje, las así llamadas neurosis, las discapacidades de todo tipo (incluidas las severas y las autoagresiones), los autismos y las psicosis tempranas (trastornos generalizados del desarrollo), las psicosis tardías, etc. 

La práctica ha de incluir por otra parte la coordinación de los equipos interdisciplinarios y la supervisión de los profesionales actuantes en ellos (médicos, profesionales no médicos de la salud y de la salud mental, pedagogos, etc.). También debe ser parte de la práctica la consultoría de instituciones pedagógicas y de salud. Las diferentes especialidades médicas usualmente buscadas respecto de estos temas (pediatría, hebiatría, neurología, rehabilitación física, genética, psiquiatría de adultos, odontología, medicinas complementarias, etc.) y las diferentes profesiones no médicas de la salud (psicología, psicopedagogía, fonoaudiología / logopedia, psicomotricidad, kinesiología / fisioterapia, terapia ocupacional, trabajo social, etc.) deben encontrar en la psiquiatría infanto-juvenil la posibilidad de interconsulta para una mayor precisión diagnóstica, para el establecimiento de un plan terapéutico integral (en contraposición a proyectos destinados a fragmentos del sujeto y su ambiente), con ubicación del rol de cada disciplina en dicho plan, y para la supervisión de metas y resultados.

Carlos G. Wernicke