• En diversas ocasiones y por diferentes causas, el profesional de la salud mental requiere de una Supervisión Terapéutica. Así por ejemplo, es del todo importante presentar los primeros casos de la vida profesional a un supervisor que vaya ayudando a efectuar y después elaborar la tarea diagnóstica y a elaborar y después efectuar la tarea terapéutica. Además de la teoría obtenida de los estudios superiores, ahora es la práctica concreta lo que está en juego en aras de la salud del paciente y su contexto.

• Sin embargo, en algunas circunstancias el profesional elegirá la derivación del caso, es decir, desprenderse de su interacción profesional. Lo hará dentro de su misma especialidad, porque considera que la elección profesional ha sido bien hecha pero es su persona la que no puede, quiere o sabe hacerse cargo, o a otra(s) especialidad(es), porque decide que el caso estará mejor tratado con enfoques terapéuticos no correspondientes a su especialidad. A veces supone que su enfoque personal (por ejemplo la escuela teórica en que se encuentra enrolado) no es la que mejor podría colaborar en la resolución del caso.
• Sus razones serán profesionales, por ejemplo el tipo de patología no es la que entiende y atiende, o personales, por ejemplo imposibilidad de establecer con una persona la relación terapéutica debido a su personalidad o a la mía propia, o circunstanciales, por ejemplo no disponer de horarios.
• En ciertas oportunidades, la derivación se produce sin desprenderse del caso: Hay otras indicaciones generales (macroindicaciones) además de la propia especialidad, sobre todo cuando estas otras indicaciones son de mayor jerarquía entre las necesidades terapéuticas. También, porque el profesional no desea aceptar toda la responsabilidad acerca de la situación.
• En definitiva, una derivación tiene lugar cuando el pensamiento es no debo, no puedo, no sé, no quiero, ya sea profesionalmente solo o acompañado.
• La manera en que se debe producir una derivación difiere. Si el caso pertenece claramente a otra especialidad, se producirá ya en la primera entrevista. Otras veces se ha comenzado el trabajo diagnóstico, en cuyo caso se lo deberá finalizar, habiendo arribado a conclusiones diagnósticas y elegido las macroindicaciones pertinentes, para recién entonces anunciar el desprendimiento. Siempre se explicará con detalle al paciente o a sus representantes (los padres en el caso de un niño, por ejemplo) el porqué de tal proceder, lo que se habrá elaborado antes, específicamente sabiendo qué espera el derivante del otro profesional, y a qué especialidad o a qué especialista se está derivando. En todos los casos conviene al paciente una derivación escrita, que reforzará su confianza.

• En cambio, hay situaciones en que el profesional solicita una interconsulta. Significa: me quedo en el caso, requiero más información, por ejemplo otros estudios, otros diagnósticos, otras miradas.
• La interconsulta se hace siempre por medios escritos, siempre pidiendo permiso al paciente o a sus representantes. El escrito se enviará a quien corresponda siempre a través del paciente o sus representantes, conversando previamente con ellos las razones de tales pedidos y entregando el escrito abierto, si es necesario incluso con lectura conjunta entre el profesional y el paciente.

• La Supervisión Terapéutica se elige cuando el profesional desea quedar en el caso, pero se da cuenta de que necesita más información y, sobre todo, más formación. En las profesiones de la salud la Supervisión Terapéutica es imprescindible al comienzo de la actividad profesional, como abordaje general, y se hace necesaria en ocasiones más tarde, ante algún caso de mayor complejidad.
• Así por ejemplo, cuando no sabe cómo realizar o elaborar luego el trabajo diagnóstico, o no se sabe arribar a una conclusión diagnóstica y las indicaciones generales y particulares correspondientes, o no se sabe elaborar el programa terapéutico; cuando el paciente, luego de un lapso prudencial de tres meses, no avanza en su terapia, o cuando el avance terapéutico es errático o al profesional no le es posible explicarse por qué el paciente mejora o empeora, cuando se quiere aprender más acerca de este tipo de patologías o se desea entender mejor las propias emociones respecto de esta relación terapéutica...
• La Supervisión Terapéutica se lleva a cabo en forma individual o grupal, y ambas modalidades tienen sus ventajas. En la de grupo, los profesionales supervisados intercambian ideas, diagnósticos, estrategias, hay mayor enriquecimiento técnico. En la individual se da una mayor posibilidad de profundización en las propias emociones emergentes en relación con el caso, con lo que se acerca más a lo psicoterapéutico personal.
• El Supervisor Terapéutico se elige. Debe haber interés por ideas teóricas, ansias de aprender de las propias y de otras teorías, deseos de practicar mejor la profesión. El Supervisor debe conocer de aquello sobre lo cual uno quisiera preguntar y debatir: paradigmas, relación con otros enfoques, las miradas sistémica, dinámica y transdimensional, el trabajo (psico)diagnóstico, el estudio biográfico ancestral, personal y presente, estrategias pedagógicas, orientativas y terapéuticas (reflejos, señalamientos, interpretaciones), elaboraciones e interpretaciones simbólicas (relatos, sueños, dibujos), necesidades primordiales, (psico)patologías individuales y contextuales, somatizaciones, ansiedades y decepciones, relaciones con otras disciplinas, bibliografías... Sobre todo, captación global de la circunstancia vital que el paciente presenta.
• Finalmente, si bien no reemplazan a la Supervisión Terapéutica, es muy útil la concurrencia simultánea a grupos de estudio y reuniones de equipo, ateneos profesionales, etc., que no reemplazan, sino enaltecen y aceleran, el proceso de supervisión.
• Un profesional de la salud bien formado e informado, de la mano de alguien que va más adelante en el camino.